Mayra Mendoza y la política de las decisiones calculadas

La salida anunciada de Mayra Mendoza de la intendencia de Quilmes para asumir una banca en la Legislatura bonaerense expone una jugada previsible, pero cargada de simbolismo. Su alineamiento con el mandato de Cristina Fernández de Kirchner de evitar las “candidaturas testimoniales” no solo responde a una estrategia electoral, sino también a la lógica de acumulación de poder de La Cámpora.

Lejos de una ruptura, lo que se vislumbra es continuidad bajo otro nombre: Eva Mieri, actual presidenta del Concejo Deliberante, tomará las riendas del municipio. Pero en el fondo, la decisión deja un mensaje inquietante: gobernar el territorio no es la prioridad. El foco está en los espacios legislativos, donde se define el juego grande.

El movimiento también refleja tensiones internas dentro del oficialismo. La presencia de Mendoza en la lista –aunque en tercer lugar– generó rispideces con el gobernador Axel Kicillof, quien resiste el avance camporista en las secciones clave.

En definitiva, el gesto es coherente con el manual político del espacio. Pero en una sociedad golpeada por la inflación, la inseguridad y la desilusión, ¿hasta qué punto se puede justificar el cambio de puesto antes de completar una gestión? ¿Es un derecho político o una falta de respeto al mandato popular?

La etapa de Mendoza al frente de Quilmes parece cerrar no con un escándalo, sino con un enroque. Político, sí. Pero también profundamente simbólico.